¿Qué es la microbiota?

Y concretando un poco más, ¿por qué es tan importante forjarla desde el nacimiento? Os lo explicamos en las siguientes líneas.

En nuestro intestino habitan gran cantidad de microorganismos beneficiosos para nuestro cuerpo. Son bacterias “buenas” que están adheridas a la pared del intestino y que impiden el crecimiento de microorganismos patógenos que entran en el organismo desde el exterior. A este conjunto de bacterias se le conoce como la microbiota intestinal.

La flora intestinal participa en varios procesos de nuestro organismo, destacando la función digestiva y la protectora o defensiva. Al nacer, esta flora aún no está completamente desarrollada y sufre frecuentes modificaciones, sumado a que muchas situaciones como el tipo de parto, lactancia o factores medioambientales pueden influir en el equilibrio de estas bacterias.

Por todos estos motivos, los probióticos -entre los que se encuentra el Lactobacillus reuteri DSM 17938– se están convirtiendo cada vez más en una opción reconocida para el desarrollo de una flora intestinal beneficiosa para lactantes y niños pequeños ya que, a través de los mismos mecanismos de la microbiota, pueden favorecer un correcto funcionamiento inmunitario proporcionando el aprendizaje necesario para una adecuada protección frente a patógenos.

La microbiota intestinal empieza a establecerse desde el momento del parto y durante los próximos dos años, y debemos ayudar a mantener su equilibrio el resto de nuestra vida, ya que ésta contribuye a:

● Fortalecer la flora intestinal
● Evitar el desarrollo de bacterias patógenas
● Producir nutrientes que son importantes para la función intestinal
● Mejorar la digestión
● Mejorar la motilidad intestinal
● La maduración de las funciones inmunes del intestino
● Producir citoquinas, un grupo de proteínas que coordinan la respuesta de nuestro sistema inmune.

Numerosos estudios concluyen que la estimulación bacteriana temprana -y continua- del sistema inmune en el intestino, por ejemplo con probióticos, es beneficiosa para el desarrollo y la maduración de la respuesta inmune de los bebés. Las bacterias beneficiosas como los lactobacilos y las bifidobacterias se encuentran normalmente entre las primeras en colonizar.

Esta inmersión bacteriana ha disminuido debido a la disminución de partos vaginales (la primera fuente de bacterias favorables para un bebé), la sustitución de la leche materna por fórmulas casi estériles, el mayor uso de antibióticos, un medio ambiente cada vez más «limpio» y un contacto mucho menor con animales, circunstancias que reducen la interacción huésped-microbio.

Razón por la que es vital prestar atención a la microbiota, ya que estos cambios en la misma a lo largo de nuestra evolución se asocian a un desarrollo alterado e inadecuado de la respuesta inmune, pudiendo producirse alteraciones como:

● Sistema inmune debilitado
● Los mecanismos de defensa del tracto digestivo se alteran.
● Se produce una merma en el metabolismo y absorción de los nutrientes.
● Pueden aparecer bacterias no beneficiosas (patógenas) que dan lugar a episodios poco saludables como gases, cólicos, diarreas o hinchazón y/o dolor abdominal.

En el caso de los bebés, el desequilibrio de la flora intestinal puede contribuir al malestar intestinal, cólicos del lactante y otras dolencias gastrointestinales, que, a su vez, puede provocar dolor y llanto excesivo, especialmente en los recién nacidos.

¿Cómo podemos ayudar a mejorar la microbiota?

Mediante la ingesta de probióticos, microorganismos vivos no patógenos destinados a mantener la flora intestinal y a mejorar las bacterias «buenas», es decir, la microbiota.

Los probióticos tienen numerosos beneficios para nuestra salud. Refuerzan nuestras defensas y previenen la aparición de infecciones. Compiten con los microorganismos infecciosos reforzando el sistema inmune del paciente.

La base para una microbiota equilibrada radica en nuestra alimentación, evitando ultraprocesados, azúcares, grasas saturadas y priorizando frutas, verduras, legumbres y frescos, aumentando aquellos alimentos prebióticos y probióticos que resultan beneficiosos para nuestra microbiota.

Alimentos prebióticos son aquellos ricos en fibra soluble que no se puede digerir y llega al intestino grueso intacta, convirtiéndose en el alimento perfecto para las bacterias buenas que son beneficiosas para nuestra salud. Por ejemplo, las legumbres, verduras fibrosas como el apio, puerro, cebolla, ajo, espárragos, alcachofas, tomates (con piel)… y también frutas como la manzana, los plátanos o las ciruelas.

En cuanto a los alimentos probióticos, primero debemos saber que los probióticos son microorganismos vivos que, en cantidades adecuadas, son beneficiosos para nuestra salud. Dentro de este grupo destaca el yogur natural, el kéfir, tempeh, miso, el chucrut, la kombucha o los encurtidos. Siempre que no hayan sido esterilizados después de la fermentación, ya que muchos probióticos proceden de bacterias utilizadas en el proceso de fermentación.

Además de una alimentación saludable, una vida activa y unas rutinas de sueño adecuadas favorecen el equilibrio de la microbiota, y teniendo en cuenta que ésta se forma desde el nacimiento, los buenos hábitos deben existir desde el primer día y mantenerlos a largo plazo. Además de influir en nuestra salud física, también afecta a la emocional y, como dice la nutricionista Blanca García-Orea, en el intestino se produce hasta el 90% de la serotonina, la llamada hormona de la felicidad y regula nuestro cerebro: “Más allá de avisarnos de cuándo nos toca comer, el eje intestino-cerebro influye en el estado de ánimo, en el comportamiento, y por tanto, en nuestro bienestar”. En su libro “Dime qué comes y te diré qué bacterias tienes”, podréis encontrar pautas para mejorar la microbiota en poco tiempo.

Por todo ello, podemos concluir que la microbiota es un órgano más que debemos cuidar con gran esmero por su gran papel a la hora de estar fuertes, sanos y felices.

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